HONDURAS
VIRGIO GUARDIOLA
BIOGRAFIA
Nació en Tegucigalpa, el 7 de septiembre de 1947. Hizo la educación
primaria en la Escuela República Oriental del Uruguay. Durante ese período
realizó las actividades que son comunes entre los niños: dibujar, pintar, etc.
En España Virgilio se sintió dominado por la
pintura de Goya, pero no la de expresión barroca, sino la llamada "pintura
negra", es decir, los monstruos que el gran artista ibérico pintaba en la
soledad de su casa para darle una salida libre fuera de los compromisos de la
Corte-a los impulsos creadores de su espíritu. Dominado por ese ejemplo,
Guardiola comenzó a pintar en la misma dirección, pero no con fines puramente
de desahogo interior, sino más bien con un filo crítico hacia los "diablos"
de la miseria, el subdesarrollo y la opresión del pueblo.
También tuvo una etapa cubista, manifestada en el
trabajo que realizó inmediatamente después de su regreso a Honduras. El explica
que esto fue producto de la influencia recibida durante los últimos momentos de
su estancia en España y como parte de su deseo de hacer un arte menos atado a
los convencionalismos tradicionales. Naturalmente, Picasso, que rompió con todo
un sistema de cánones, resultó ser el prototipo a seguir por parte del artista
hondureño. De esa etapa quedan numerosos cuadros en colecciones privadas de
Honduras y el extranjero.
Como es obvio, para ser consecuente con su línea de
trabajo, Virgilio acentúa cada vez más la calidad del dibujo dentro de la obra
y enriquece los colores. Pero éstos, en vez de ser adelgazados y puestos en
planos nítidos, se utilizan enteros dentro de complejas estructuras. Con este
estilo Guardiola ganó el Primer Premio en la Bienal de 1990, patrocinaba por la
Universidad Nacional Autónoma, y la Bienal de 1993 promovida por la
Municipalidad de San Pedro Sula.
Uno
de los cuadros menos conocido del maestro hondureño Virgilio Guardiola, fechado
en 1976, aborda lo que se convirtió en la espada de Damocles que Honduras ha
tenido que sobrellevar pesadamente: el bipartidismo y por supuesto, la
injerencia militar, representada en el cuadro, por el personaje central, cuya
figura, se delinea de forma fantasmal.
Arriba, como una nube, lo que
Chema Ramírez (dueño del cuadro) hace llamar "el monstruo" que
gravita sobre la hondureñidad.
Felipe Burchard biografía
Nació en 1946. Es originario de Juticalpa,
departamento de Olancho. No ha seguido estudios especiales de pintura, por lo
que es un autodidacto en este campo, siéndolo a conciencia, pues desde muy
joven decidió no incorporarse a ningun Academia. Como es esperable en un hombre
de tales actitudes, su vocación artística se manifestó muy tempano, la que hubo
de recibir el apoyo
de su familia y sus maestros en la tórrida ciudad olanchana.
En 1963 viaja a Venezuela para completar sus
estudios secundarios, los que había comenzado en Honduras. Al observar el
movimiento artístico de aquel país y recibir nuevos estímulos por parte de sus
educadores, Felipe decide consagrarse al trabajo artístico. Posteriormente, en
1968, viaja a Francia, España y Holanda. Con fines de observación, donde
estudió, desde su óptica individual, el movimiento artístico europeo. En 1971
se establece en Estados Unidos para trabajar sistemáticamente en la pintura y
lograr un mejor perfeccionamiento de sus medio expresivos. Allí permanece hasta
1973. Felipe Burchard trabaja preferentemente con acrílico. Aunque algunas
veces utiliza el óleo, a él le parece que este material no se compagina con su
personalidad artística. Usa una gama amplia de colores, pero en sus cuadros
siempre predomina alguno de ellos, ya sea el azul, el rojo o el café. Su
pincelada es pareja, sin vibraciones, por lo que las figuras que le resultan
tienen un claro aire de solidez.
Artes visuales de honduras
TALLER DE LA MERCED
Cada vez que
se publica “algo” sobre el Taller de Pintores de “La Merced”, trato de hojearlo
inmediatamente, para ver la posibilidad que haya sido incluida alguna novedad
histórica, o artística, acerca de aquel grupo de jóvenes singulares que
trabajaban, junto a sus caballetes, lienzos, pinceles, paletas y otros
utensilios. Recuerdo haber publicado en la Revista “Caxa Real” (No. 6, del mes
de abril del 2003) un ensayo de Reynaldo Díaz y Juan Manuel “Lito” García,
sobre aquellos muchachos, en cuyo ambiente estaban integrados por los menos dos
grupos de teatro: el “Teum” y el “Topu”. El ensayo aludido se encuentra cargado
de anécdotas risueñas que colindan con lo antropológico, lo social, lo musical,
lo político, lo irreverente y finalmente lo artístico.
En fecha más
reciente (año 2013) he hojeado el libro “Taller de la Merced, 1974-1976”,
prologado, con edición bilingüe, por el ex–embajador español en Honduras, don
Luis Belzuz de los Ríos, y por don Tulio Mariano Gonzales. Los enfoques, de
varios autores, están centrados en la obra pictórica de César Rendón, Aníbal
Cruz, Ezequiel Padilla Ayestas, Felipe Buchard, Víctor López, Luis H. Padilla,
Virgilio Guardiola, Dino Fanconi y Lutgardo Molina. Escriben sobre ellos (o
quizás sobre sí mismos) Walter Suazo Aguilar, Virgilio Guardiola, Ezequiel
Padilla Ayestas, Rigoberto Paredes, Alexis Ramírez, Delia María Fajardo, Ramón
Caballero y Allan Núñez.
Resulta
saludable una cierta precisión histórica basada en los recuerdos, las
referencias, los datos documentales y las vivencias personales. El autor de
estos renglones era un adolescente que visitaba, casi todas las tardes, entre
1975 y 1976, el estudio de los muchachos del ya famoso “Taller de la Merced”. Y
aunque mis recuerdos son un poco borrosos, tengo claras las imágenes de Luis H.
Padilla (“Padillita”); de Aníbal Cruz (“El Indio”); de Lutgardo Molina; de
Virgilio Guardiola; y de Dino Fanconi. También recuerdo a Virgilio López y a un
extraño personaje que llegaba de visita, casi todas las semanas, llamado Alexis
Ramírez, un buen poeta conocido como “El Loco Divino”. Algunos años después se
habló de que existieron dos talleres de “La Merced”, lo cual es probable, pero
es un suceso que escapa a mis remembranzas directas. Tal borrosidad histórica
me permitiría apostar que también observé, en algún momento, a César Rendón y a
Jorge Constant.
No olvido
que Virgilio Guardiola llegaba con su guitarra entonando las melodías
protestatarias del momento. O con algún poema (de su propia autoría) que pegaba
en alguno de los ángulos del estudio. Mientras tanto “Padillita” trabajaba
intensamente, la mayoría de las veces en absoluto silencio, como preparando el
sendero de una de las mejores texturas pictóricas hondureñas del siglo veinte.
En ese silencio productivo le acompañaba Aníbal Cruz. Mi presencia (de
dieciocho o diecinueve años de edad) resultaba inexistente; o por lo menos
inocua. Eran los años transitorios en que me encontraba influido por los
manualitos elementales de materialismo histórico y dialéctico, como parte
adhesiva de mi “pecado original”. Sin embargo, Luis H. Padilla recuerda con
alegría y puntualidad mis visitas, motivo que ha permitido el cultivo de una
amistad fraterna por décadas.
Desde
aquella época he tratado de comprender la pintura hondureña, sin perder de
vista, en ningún momento, los referentes universales. También he intentado
comprender, sin mucho éxito, los movimientos teatrales contemporáneos. Por tal
motivo le he confesado a Tito Ochoa Camacho (quien comenzó a fraguarse en el
“Topu”) que mi inteligencia y mis gustos personales llegan, desde la antigüedad
griega, española, inglesa y alemana, hasta alcanzar la difusa línea
contemporánea de Bertolt Brecht y Samuel Beckett. Nada más. Finalmente debo
subrayar que he logrado cultivar la amistad de algunos de los mejores pintores
hondureños de todos los tiempos, especialmente del decano de la pintura Miguel
Ángel Ruiz Mattute; del ya mencionado “Padillita”; de Benigno Gómez; de César
Rendón; de Armando Lara Hidalgo; y de otros que mencionaré más tarde. Espero
que este humilde artículo se convierta en una especie de homenaje aproximado
para aquellos pintores irreverentes que conocí en mi adolescencia, es decir, en
mi primera juventud. Pero también en un homenaje para los artistas que se
escapan de las triangulaciones temporales.
TALLER DANTE LAZZARONI
Biografía Dante Lazzaroni
Hijo de un inmigrante italiano, nació
en San Francisco de Yojoa, Cortes, Honduras, el 7 de Julio de 1929. Entre 1945
y 1949 estudio dibujo, modelado,
cerámica y Pintura en la Escuela
Nacional de Bellas Artes de Honduras. En 1949 recibe una beca por parte del
gobierno para realizar estudios de pintura, escultura y grabado en la
Universidad de San Carlos de México donde se gradúa en el año de 1954
obteniendo una medalla de plata como Mejor Pasante de Pintor.
Regresa a Honduras y desde entonces se dedico a la enseñanza habiendo sido Profesor destacado de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Director de la carrera de Pintura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y al mismo tiempo fundador de su propio taller y escuela de Pintura, habiendo promovido la creación del Taller Dante Lazzaroni que fue considerado como un momento decisivo en la actividad creativa del entorno y de encuentro fraterno entre dos épocas , de convergencia entre la experiencia y la exploración artística.
Su obra ha figurado en los países de
Centroamérica, México, Estados Unidos y
Sudamérica, en la exposición Arte de América y España en Madrid, en la
Fundación FriedrichNaumann en Alemania, Italia, Francia y otros
países de Europa. A lo largo de su carrera artística recibió muchos honores y
reconocimientos internacionales así como el Premio Nacional de Arte Pablo Zelaya
Sierra en 1984, el mas alto galardón que otorga el gobierno de Honduras a los
artistas mas distinguidos que por su trayectoria , aporte a la cultura y
herencia a futuras generaciones es considerado como uno de las mas claros
exponentes de la plástica hondureña.
PRIMITIVISMO
PRIMITIVISMO
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