viernes, 19 de febrero de 2016

ORÍGENES DE LA LITERATURA SALVADOREÑA

ORÍGENES DE LA LITERATURA SALVADOREÑA



En los siglos correspondientes a la colonia hubo   un florecimiento literario considerable en la metroPoliiberica; reflejo de lo cual, también en las posiciones americanas se verifico un notable cultivo de las artes, especialmente la arquitectura, la Plástica y la música. 
Esta literatura cortesana tendía a reproducir de forma mimética los cánones metropolitanos, aunque ocasionalmente nutria una voz original y memorable como la de sor Juana Inés de la Cruz, la poeta mexicana. El territorio salvadoreño se encontraba lejos de los centros de la cultura.
Las investigaciones de Pedro Escalan te y Carlos Velis revelan que en los años de la colonia hubo una considerable actividad teatral, paracentral del entrenamiento Popular en las festividades de los asentamientos de regular importancia. Durante estas fiestas se representaban piezas de tema religioso o comedias de propósito educativo, la fe católica y sus ritos eran el Punto común en una sociedad heterogénea y fuertemente estratificada.
Por otro lado, también se encontraba una literatura dirigida a un público lector mucho más reducido y selecto, en ese grupo se encontraban obras de carácter piadoso, biografías (vidas de santos y beatos) y tratados teólogos, escritos por religiosos nacidos en el País, Pero Publicados usualmente en Europa.
Jesús recién nacido, otro jesuita, el Padre Bartolomé Cañas, asilado en Italia a raíz de la expulsión de su orden de los territorios españoles.


Literatura secular; una obra alejada de la temática religiosa, fue el manual Para la manufactura del añil.

AUTORES SALVADOREÑOS

Salvador Salazar Arrué





Salvador Efraín Salazar Arrué, conocido como Salarrué, nació en Sonsonate en 1899. Desde muy temprano comenzó a dar muestras de una gran sensibilidad humana y estética, que se volcó en diferentes disciplinas como la literatura, las artes plásticas y la reflexión espiritual.

Como muchos jóvenes, Salarrué se trasladó a San Salvador con miras a encontrar las posibilidades de subsistencia económica que no tenía en su ciudad natal, dada su complicada situación familiar. En la capital del país, comenzó a publicar en periódicos, a estudiar por su cuenta literatura y artes plásticas, influido en buena parte por su primo, el caricaturista Toño Salazar. En 1916, obtiene una beca gubernamental para estudiar pintura en Corcoran School, una academia de artes situada en la capital de los Estados Unidos.
Su primer libro fue la novela corta El Cristo negro , publicada en 1926. Al año siguiente, publicó la novela El señor de La Burbuja y en 1929, O' Yarkandal. Pero sus obras más conocidas son Cuentos de cipotes, de 1945, y Cuentos de barro. También publicó volúmenes de cuentos como Eso y más y La espada y otras narraciones; un poemario titulado Mundo nomasito, publicado por única vez hasta la fecha en 1975 y las novelas La sed de Sling Bader y Catleya Luna. Su literatura revela una riqueza de perspectivas humanas, que recupera la visión infantil en Cuentos de cipotes, el campo salvadoreño y su dramática existencia en Cuentos de barro y un acercamiento hacia una visión espiritual influida por las visiones de mundo orientales y la teosofía. 

Su obra pictórica fue expuesta en los Estados Unidos y en el país. Además, se desempeñó en algunos cargos gubernamentales, como la Dirección General de Bellas Artes y la dirección de la Galería Nacional de Arte, convertida hoy en la Sala Nacional de Exposiciones, ubicada en el Parque Cuscatlan de San Salvador.

Salarrué, el tan querido Salarrué, falleció en 1975. No podemos menos que repetir, con cariño, las palabras que el poeta salvadoreño Roque Dalton escribiera con motivo de su septuagésimo cumpleaños: 

Dios lo bendiga y lo haga un santo don Salarrué
chas gracias por sus dulces guáshpiras
por los tentuntazos de ternura
con que me ha somatado las arganillas del corazón.

Rafael Menjivar Ochoa





Rafael Menjívar Ochoa (nacido el 17 de agosto de 1959 en San Salvador) es un escritor, periodista, traductor salvadoreño. Su padre, el economista Rafael Menjívar Larín, era rector de la Universidad de El Salvador (nacional) cuando el ejército la ocupó en 1972 y lo exilió hacia Nicaragua. El resto de la familia abandonó el país en enero de 1973 hacia Costa Rica, donde se reunió con el padre. En 1976 se instalaron en México, donde Menjívar Ochoa vivió durante veintitrés años. Estudió música, teatro y letras inglesas.
En 1999 se instaló en El Salvador, donde en 2001 se convirtió en Coordinador de Letras (director de literatura) y en 2001 fundó La Casa del Escritor, proyecto para la formación de escritores jóvenes, ubicado en la que fuera casa de Salvador Salazar Arrué (Salarrué). Pertenece a la llamada "Generación del Cinismo" o "Generación del Desencanto", junto con Horacio Castellanos Moya, Jacinta Escudos y Miguel Huezo Mixco, entre otros que comenzaron su producción literaria en la época de la guerra. Es compañero de vida de la poeta salvadoreña Krisma Mancía.

Juan José Cañas





Juan José Cañas nació en San Miguel, en El Salvador, el año de 1826. Estudió en Nicaragua y después en Guatemala, donde obtuvo el título de Bachiller. Pasó a la Universidad y cursó tres años de Medicina. En 1848 volvió a El Salvador y luego se marchó a San Francisco, en busca de oro. Después fue a Nicaragua y se incorporó al ejército que luchaba contra el filibustero William Walker.

En Cañas se juntan y armonizan tres personalidades: el poeta, el militar y el diplomático. Su producción literaria, iniciada a los 17 años, comprende versos, prosas literarias, trabajos de crítica, narraciones y artículos varios. En la poesía es el precursor del romanticismo en El Salvador. Su fama de poeta salvó las fronteras nacionales.
Entre los cargos administrativos que desempeñó están el de Gobernador Político Departamental y el de Subsecretario de Relaciones Exteriores. En su carrera diplomática representó a El Salvador en Santiago de Chile en calidad de Ministro Plenipotenciario, y logró la firma de un tratado que intensificó las relaciones entre ambos países.

Francisco Gavidia




Escritor, educador y periodista salvadoreño. Su poesía evolucionó desde el romanticismo hasta la orientación reflexiva y conceptual de su poema Sóteer o La tierra de Preseas, editado completo en 1949. Lector y traductor de poetas franceses, le descubrió a Rubén Darío las posibilidades renovadoras implícitas en los versos de Victor Hugo, posibilidades que él mismo trató de aprovechar en Versos (1884), convirtiéndose así en uno de los precursores del modernismo en Centroamérica. La trayectoria de su poesía es similar a la de su teatro, como demuestran sus dramas Júpiter (1885), Ursino (1889), Conde de San Salvador o el Dios de las cosas (1901), Lucía Lasso o Los piratas (1914) y La torre de marfil (1920), y el poema dramático La princesa Catalá (1944). Iniciador del relato breve salvadoreño, buscó inspiración para sus cuentos en los tiempos precolombinos y coloniales, así como en otras literaturas. Propuso la creación de un nuevo idioma, el salvador, y hacia 1906 -en esa fecha inició sus vuelos en aeroplano el brasileño Alberto Santos Dumont- pretendió aplicarlo a la creación de su poema en hexámetros Los aeronautas, Poema en Hexámetros a la Gloria Latinoamericana de Nace en el departamento de San Miguel el 29 de diciembre de 1863, Muere en San Salvador el 22 de septiembre de 1955 su nombre completo es: Francisco Antonio Gavidia Guandique. Es tomado como el fundamentador de nuestra literatura. Gavidia llena una época, marca una etapa. 

Alvaro Menen Desleal





Álvaro Menéndez Leal (Santa Ana, 13 de marzo de 1932 -San Salvador, 6 de abril de 2000.) Cuentista y dramaturgo, que escribió bajo el seudónimo de Álvaro Menen Desleal.

Perteneció a la llamada Generación Comprometida junto con Manlio Argueta, Italo López Vallecillos, Roque Dalton y otros. Menen Desleal fue el creador de los noticieros televisivos en El Salvador, con el mítico programa Telediario salvadoreño. Su suerte cambiaba de gobierno a gobierno; estuvo exiliado y fue también agregado cultural de El Salvador en México y director del Teatro Nacional.

HUGO LINDO





Hugo Lindo nación en La Unión en 1917 y murió en San Salvador en 1985. Fue diplomático, abogado, cuentista, novelista y poeta. Ocupó el cargo de director del Departamento Editorial del Ministerio de Educación y luego el de Ministro de Educación. También representó al país en puestos diplomáticos en Chile, Colombia y España. Fue miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua y correspondiente de la Chilena y colombiana. Asimismo se desempeñó como decano  de la facultad de Cultura general y Bellas Artes de la Universidad “Dr. José Matías Delgado”. Su obra le hizo merecedor de varios premios. El poemario Libro de horas obtuvo el Primer Premio del Certamen Permanente “15 de septiembre”, en Guatemala, 1947. Navegante río obtuvo el Primer Premio Centroamericano en los Juegos Florales de Quezaltenango, 1962. A su novela Cada día tiene su afán se le concedió el Segundo Premio República de El Salvador en el Certamen Nacional de Cultura, 1964. Además de su obra premiada, destaca por sus ensayos jurídicos;  cabe mencionar su tesis doctoral El divorcio en El Salvador, 1948, la cual obtuvo una medalla de oro, y el ensayo Movimiento unionista centroamericano, 1958. En narrativa destacan los siguientes libros: Guaro y champaña (cuento, 1947); Aquí se cuentan cuentos (cuento, 1959);  Espejos paralelos (cuento, 1974); El anzuelo de Dios (novela, 1956); ¡Justicia, señor Gobernador! (novela, 1960); Yo soy la memoria (novela, 1985); y Antología del Cuento centroamericano (antología, 2 volúmenes, 1949-50)

Otros libros del autor son: Desmesura (poesía, 1992); Varia poesía, con prólogo del poeta colombiano Rafael Maya (Antología poética, 1960); Fácil palabra (poesía, 1985); Recuento (anotaciones literarias e históricas de Centroamérica, 1969); Sólo la voz (poesía, 1968); Aquí mi tierra (poesía, 1989); Sangre de Hispania fecunda (poesía, 1972); Maneras de llover (poesía, 1982) y Resonancia de Vivaldi (poesía).



MIGUEL ANGEL ESPINO



Narrador, ensayista, periodista y jurista salvadoreño, nacido en Santa Ana el 17 de diciembre de 1903, y fallecido en México D. F. el 1 de octubre de 1967. A pesar de la relativa brevedad de su producción literaria, está considerado como uno de los más destacados narradores de la literatura centroamericana del siglo XX, merced a su excepcional novela titulada Hombres contra la muerte (1947).Nacido en el seno de una prestigiosa familia de profesores y escritores, mostró desde muy temprana edad un acentuado interés hacia los temas humanísticos, lo que le llevó a cursar estudios de Leyes y licenciarse como jurista en la Universidad de El Salvador. Ejerció después, durante algunos años, la docencia, actividad que enseguida empezó a compaginar con su tenaz dedicación al cultivo de la literatura. Muy bien relacionado en los círculos culturales de su país, pronto comenzó a publicar sus primeros artículos y relatos en los principales medios de comunicación salvadoreños, entre los que destacan las revistas Cuscatlán (1919), Atlacatl(1921) Lumen (1926) y Cactus (1933), y el rotativo diario Queremos (1927). Esta importante presencia en la prensa salvadoreña le permitió asumir el cargo de Jefe de Redacción de El Gran Diario (1939), ocupación que pronto compaginó con un puesto de funcionario en el Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador. Su primera narración extensa, una novela poemática titulada Trenes, vio la luz en Chile (Santiago: Editorial Arcilla, 1940). Posteriormente, mientras preparaba su famosa obra Hombres contra la muerte, se vio obligado a emigrar a México, país en el que apareció este magnífico relato centrado en las preocupaciones sociales de buena parte de los intelectuales centroamericanos de su tiempo. En 1948, el gobierno de su nación reconoció la valía de este escritor con un galardón oficial concedido a esta gran novela.





FABULA DE LEÓN ZIGUENZA



Narrador y político salvadoreño, nacido en Cojutepeque (en el departamento de Cuscatlán) el 31 de octubre de 1895, y fallecido en San Salvador el 27 de mayo de 1942. Por la agudeza, sencillez y eficacia de sus célebres narraciones en verso, escritas con la intención de censurar los peores comportamientos del ser humano, está considerado como el primer fabulista de la literatura salvadoreña.
Nacido en el seno de una familia acomodada -muy influyente en el devenir político, social y cultural de su nación-, León Sigüenza tuvo acceso desde muy temprana edad a una esmerada formación académica, desarrollada primero en los colegios de su ciudad natal, y posteriormente en las mejores instituciones de enseñanza de la capital de El Salvador. Tras haber completado sus estudios, dio inicio a una brillante trayectoria política que muy pronto le condujo a asir los cetros de regidor y alcalde temporal de su Cojutepeque natal, de donde pasó a desempeñar el cargo de secretario del consulado salvadoreño en Nueva York (1919-1923).
Durante dicho período de residencia en los Estados Unidos de América comenzó a cultivar su afición a la literatura, para lo que se sirvió del cauce que le brindaban los principales medios de comunicación de su país natal. En efecto, asumió las corresponsalías norteamericanas de algunos rotativos tan relevantes como La Prensa y el Diario de El Salvador, ocupación que difundió su nombre en los círculos culturales salvadoreños. Posteriormente, León Sigüenza fue destinado a la Secretaría del consulado salvadoreño en Tokio (Japón), donde cubrió el período de 1927 a 1931 y, en una segunda etapa, el de 1934 a 1941.
De regreso a Centroamérica entre ambas misiones en Japón, fue designado representante de su departamento de Cuscatlán, en calidad de diputado en la Asamblea Nacional (1933), institución en la que resultó elegido presidente de la Comisión Legislativa de Relaciones Exteriores, Gracia y Justicia. Cuando volvió a ocupar el cargo de secretario en el consulado en Tokio, León Sigüenza intervino activamente en uno de los episodios más destacados de la historia de la diplomacia salvadoreña del siglo XX: el reconocimiento, por parte del gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez, de la existencia del recién proclamado imperio de Manchoukuo, creado por el ejército japonés en la región china de Manchuria. El general Maximiliano Hernández comprometió, con este apoyo a la invasión nipona y el inmediatamente posterior reconocimiento de sus pretensiones imperialistas en China, la estabilidad política internacional de El Salvador, circunstancia que se agravó aún más cuando, el 9 de diciembre de 1941, estalló la guerra en la zona del conflicto.
La mayor parte de los gobiernos mundiales condenó enérgicamente el imperialismo nipón, lo que aisló a El Salvador en su postura y supuso una censura unánime contra el pueblo salvadoreño. León Sigüenza se vio inevitablemente envuelto en las conversaciones entre los gobiernos salvadoreño y japonés, pero las brillantes gestiones de mediación que supo realizar en este rocambolesco episodio permitieron un lavado de la imagen de El Salvador ante la opinión pública internacional. Por lo demás, este extraño avatar de la política exterior salvadoreña causó honda conmoción en toda la ciudadanía de la pequeña república centroamericana, y levantó una densa polvareda de voces y escritos a favor y en contra del apoyo a las tropas japonesas, entre los que sobresale el lúcido análisis que publicó, en forma de libro, el doctor Ramón López Jiménez.
Durante sus largas estancias en el extranjero, León Sigüenza dio rienda suelta a su pasión por la creación literaria, que supo canalizar en un género hasta entonces nunca cultivado por los escritores de su patria: la fábula satírico-moral. Muchos de sus escritos, redactados tanto en prosa como en verso, fueron apareciendo en diferentes medios de comunicación de todo el mundo, unidas a las numerosas crónicas que enviaba a su país en calidad de corresponsal de los diarios y revistas salvadoreños. En estas fábulas, el escritor de Cojutepeque vertía su afilada mordacidad contra la vanidad, prepotencia y corrupción de políticos y altos funcionarios, para extraer al final una moraleja que acababa censurando, en general, los vicios y depravaciones generalizados en cualquier espécimen del género humano.
Instalado de nuevo en El Salvador, ya liberado de misiones diplomáticas, León Sigüenza concibió el proyecto de reunir en un mismo volumen todos estos escritos satírico-morales; sin embargo, su repentino fallecimiento, acaecido en la capital salvadoreña cuando el autor aún no había cumplido los cincuenta años de edad, le impidió ver impresa esta recopilación. Por fortuna para la historia de las Letras hispanoamericanas, los familiares de León Sigüenza, conocedores de la ilusión que el recién fallecido escritor había depositado en este proyecto editorial, acabaron de reunir sus textos y los dieron a la imprenta antes de que concluyera el mismo año de su muerte. Así, recopilados bajo el título genérico de Fábulas, estos escritos de León Sigüenza vieron la luz póstumamente para regocijo de críticos y lectores, en medio de una aceptación tan extendida que hizo necesaria su reedición en múltiples ocasiones (1955, 1977, 1996 y 1998).





El aguila y el pato: 



El águila voló hacia el infinito
llevando entre sus alas poderosas
al venturoso pato, favorito
sobre todas las cosas




Viéndose tan arriba, el pobre pato
sintió tener las alas muy ligeras,
y creyó el insensato
que el había volado a las esferas
de la región bellisima del cielo,
como un pájaro audaz que de este suelo
al levantarse hiende
el viento y lo domina a golpes de ala.



Esto les ha pasado
a muchos funcionarios insensatos,

que águilas se creyeron, siendo patos!












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